“Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.”
Santiago 3:6
Un individuo que es gobernado por la ira y cuya lengua se transforma en una ametralladora que desmenuza y destruye, no puede definirse como alguien sabio o espiritual.
La lengua no solo es productora de ofensas o críticas destructivas, sino que además de las tan frecuentes lisonjas y adulaciones. Aquellas palabras llenas de miel que desean o buscan algún objetivo de interés egoísta o ilegítimo. Porque muchos no buscan ser transformados por el poder de Dios y viven en su vieja naturaleza.