Cuando muchos piensan en el diablo, la idea que les viene a la mente es la de una criatura roja, con cuernos, tridente en la mano y capa roja, que aparece generalmente sobre uno de los hombros de las personas, sugiriendo que hagan cosas malas.
Pero no es capaz de hacer solo eso:
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir”, dice la Biblia en Juan 10:10.
No es por casualidad que Dios nos enseña a usar armas espirituales contra los ataques del diablo, constantemente, día tras día. Desde que nos despertamos hasta que volvemos a dormir somos bombardeados.
Y para hacer un buen uso de estas armas espirituales, proporcionadas por el propio Dios, antes de todo es necesario desarrollar ojos espirituales para discernir cómo está actuando el mal a su alrededor.
Los niveles de los ataques diabólicos
El obispo David Higginbotham aclara que los ataques demoníacos vienen en varios niveles y que hay que ver qué está por detrás de cada tentación. “Detrás de esas tentaciones de hacer lo que está mal están las sugerencias emocionales más sutiles del diablo para evitar hacer lo correcto -olvidarse del poder de Dios y reaccionar contra los problemas con nuestra propia fuerza”, explica. Muchas veces hasta nos hace pensar que esos pensamientos y deseos son nuestros y, por lo tanto, lo que el mal espera es que evitemos tomar actitudes espirituales para combatirlo. Y cuando no reaccionamos, le abrimos más espacios para que actúe en nuestras vidas.
A continuación, la explicación del obispo sobre los 2 tipos de ataques que usa el mal y cómo están interconectados y nos enfrentan casi simultáneamente:
-Ataques externos:
Son aquellos que vienen de afuera: accidentes, terribles hechos en la familia, un mal diagnóstico, fracasos, intrigas, rechazo y pérdida de empleo, propiedades o relaciones.
-Ataques internos:
En ese momento el miedo y la ira invaden nuestro corazón, porque el dolor de la injusticia estimulará una reacción de nuestra parte -dígase de paso, una reacción equivocada-, intentando defendernos culpando a los demás, deseando venganza, cediendo a la depresión, victimizándose y, lo peor, culpando a Dios.
“El diablo está allí, añadiendo astutamente otro ataque, pero, esta vez, adentro. Él no está satisfecho con atacarnos con un problema, él también quiere manipular nuestro ego, para que nos rebelemos contra Dios, justo cuando más Lo necesitamos”, explica el obispo.
El obispo destaca que, al reaccionar así, le estamos dando permiso al diablo para prolongar el problema y el dolor en nuestras vidas, y él lo hará con mucha satisfacción, porque no respeta una fe débil y frágil.
Imponiendo respeto
Notar estos ataques sutiles -de tentaciones internas a dudas- es el principio para desarrollar nuevos hábitos de combate al mal y, a partir de allí, actuar de manera que haga al diablo temer y curvarse ante nuestra autoridad, otorgada por el propio Señor Jesús.
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.” Lucas 10:19
“Jesús enfrentaba, reprendía y expulsaba el problema y los demonios que los causaban con total confianza en Su autoridad, y cuando los demonios obedecían, se llevaban con ellos los problemas al salir. En su odio, ellos respetaban Su autoridad -la misma autoridad que Él nos dio también a todos nosotros “, resalta el obispo David, recordando que al mismo tiempo que trababa batallas externas contra el diablo, tenía Sus luchas internas también y siempre las vencía.
El secreto estaba en la constante comunión del Señor Jesús con el Padre, que hacía con que Sus pensamientos y deseos se alinearan con los de Dios. “Nosotros tenemos que seguir Su ejemplo y reaccionar con confianza y fuerza, y hambrientos de estar en la presencia de Dios. Nosotros tenemos la autoridad del Rey de reyes para amarrarlo (al diablo) y frustrar sus planes”, concluye.
Y no hay mejor manera de fortalecer su relación con Dios diariamente que la lectura y la práctica de Su Palabra. Absorber los pensamientos de Dios contenidos en la Biblia nos da la estructura espiritual que tanto necesitamos para reaccionar a los ataques del diablo y mantenernos firmes en la fe hasta el fin.
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