En la parábola del sembrador (Mateo 13:1-9; 19-23), la semilla que cayó a la vera del camino representa a las personas que vienen a la iglesia, escuchan la Palabra de Dios, pero no la entienden. El diablo viene y arranca aquella semilla, porque él no quiere que usted piense, sino que sienta. Él no quiere que usted ejercite su capacidad de razonamiento, porque él sabe que en el día en que usted use su inteligencia, descubrirá su potencial y lo vencerá.
El que fue sembrado en el suelo rocoso es quien oye la Palabra y la recibe con alegría, porque incluye a la fe emotiva. Ese tipo de fe no funciona, y, cuando es reprendida, es abandonada. Es el caso de muchas personas que están en la iglesia, pero no tienen una fe consistente.
Mientras que el diablo esté dominando el corazón de la persona, no saldrá de su vida. Yo estaba endemoniado, pero nunca manifestó un demonio en mí. ¿Sabe por qué salieron? Porque yo escuché la Palabra y la puse en práctica. Me aferré a la Palabra de Dios con todas mis fuerzas. Estuve un año escuchando la Palabra, no me entregué en el momento; hasta que un día me rendí y dejé de idolatrar a mi madre. A partir de aquel día, Jesús ocupó el lugar de mi corazón y Su semilla cayó en buena tierra. Fui perseguido en mi propia casa, pero mantuve mi fe.
Dudo que usted encuentre a una persona que sea feliz sin la presencia de Dios. Puede tener dinero, familia, pero siempre será una criatura infeliz. La prueba de eso está en que la mayoría de las personas que se suicidan tienen una buena condición financiera. La fascinación por las riquezas, el deseo de tener dinero, los cuidados por las cosas del mundo hacen que la semilla sea infructífera, y esa es la que cayó entre los espinos.
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