“Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis” (Romanos 12.14)
Así como hay autoridad en la palabra de bendición de los que son de Dios, también hay autoridad en la palabra de maldición proferidas por aquellos que no son de Dios. Tenemos que ser muy cuidadosos con nuestras palabras, especialmente cuando estamos enojados con alguien. Los que son de Dios nunca maldicen a nadie y tampoco pueden ser víctimas de alguna maldición.
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