Adorando la cola del perro
Testimonio personal de Arturo Aranda Lemaitre
En Aiquile, una señora que era muy beata, pero de muy buen sentido, se convirtió del romanismo al cristianismo gracias a esta experiencia: Ella tenía un perrito con el pelo muy fino y un buen día se acercó el pintor y le dijo: «Señora, ¿podría regalarme unos cuantos pelitos de la cola de su perrito?» La señora asombrada después de darle el consentimiento, le preguntó al pintor para qué quería aquellos pelos y el pintor le dijo: «Para poner cejas y pestañas a los santos que tengo que arreglar». «Desde entonces» - dice la señora - «dejé para siempre la idolatría. ¡Cómo me iba a hincar para adorar los pelitos de la cola de mi perro!»
44:20 De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?
Isaías 44-20
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